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Cuaderno del Puerto de Santa María I

9 Abr

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Como algunos sabréis, en este momento me encuentro en el Puerto de Santa María (provincia de Cádiz) de «segundas vacaciones» y, ya que por las noches no tengo mucho que hacer; porque es lo que ocurre cuando viajas con la familia, pues he decidido hacer un breve resumen diario de mis aventuras (o aburridos sucesos según se den). Lógicamente, al llegar ayer tardísimo, no hay mucho que contar y preferiría empezar el viaje desde esta mañana.

El tener horario de desayuno nos obliga, aun estando de vacaciones, a hacer el doloroso esfuerzo de levantarnos más pronto. Pero vale la pena. Y es que lo que de verdad me encanta de los hoteles es el buffet libre del desayuno. En ocasiones puede que llegues con mal estómago o que no te apetezca nada de comida en ese momento pero, ¡Hay tanto donde elegir! Esta mañana, después del reconstituyente desayuno nos pusimos en marcha hacia la capital de la provincia. Tras un poco de remoloneo, a eso de las once y pico nos situamos en el centro histórico de la ciudad.

El día empezó con algo de mala suerte ya que desgraciadamente el teatro romano estaba en obras así que, tras echar una mirada a la costa de película que acababa de aparecer ante nuestras narices. A pesar de las vistas, aún había mucho que ver y en seguida nos dispusimos a subir a la torre de la catedral. Siendo el punto más alto de la ciudad (y encima siendo esta una ciudad costera) se convierte en lo que los francotiradores llaman un «nido de aguila», es decir, un punto alto desde el que se puede controlar los alrededores. Y así hicimos. Una vez vista la ciudad desde arriba es mucho más sencillo ubicarse y encontrar las cosas. Dimos un paseo por la zona histórica de la ciudad y por último, antes de comer, nos acercamos al fuerte de San Sebastián, pasando por la playa de las Caletas (primera vez del año que piso una playa); y, aunque estaba cerrado las vistas (y las fotos) lo merecieron.

Tocaba comer, y eso para nada es complicado en un país como España. Y mucho menos en el sur. Chopitos, tortillas de camarones, chanquetes, papas aliñás u ortiguillas son solo algunos de los pequeños manjares que es imposible encontrar en otro lugar. Una vez terminamos la comida visitamos algunos edificios históricos como el Teatro Falla, en honor al insigne músico de Cádiz, o el museo de las Cortes (también en restauración debido al futuro bicentenario de la Pepa). Me encantaron también los jardines de la Alameda y el Parque Genovés, llenos de fuentes y enormes acacias, creo que en pocas ciudades he visto zonas verdes tan buenas.

Por último, y además de algunas compras, visitamos el Castillo de Santa Catalina, con unas cuantas exposiciones en su interior y seguramente el fruto de las mejores fotos del día, que aún tengo que revisar. Tras eso, cena y vuelta al hotel, hasta el momento de empezar este resumen (que me ha durado un buen rato).

Mañana más.

Desconectando

31 Mar

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Un día antes de partir hacia las frías tierras del extremo del Sistema Central de la Península Ibérica, en concreto la Serra da Estrela; he decidido ponerme a escribir algo en el blog. No solo por el tiempo que pueda llevar sin pasarme por aquí sino, más bien, debido a que hasta el próximo domingo es muy posible que me vea privado del «lujo» de Internet. Hoy en día me comienza a resultar imposible vivir sin la Red. Llegas a casa, o a la residencia, y lo primero que haces (excepto cuando tienes mucha hambre) es encender el ordenador (si no lo has dejado encendido descargando cualquier serie a la que estás adicto) y comprobar tu infinidad de redes sociales para ver si alguien ha tenido tiempo por casualidad de escribir un mísero comentario en las dos (largas) horas que llevas sin conectarte.

Esto es lo bueno de pasarse alguna temporada de vez en cuando al margen de los acontecimientos, de la actualidad. Es cierto, que como periodista que pretendo ser esto puede resultar bastante complicado; y más con la continua presión que tenemos sobre nosotros obligándonos a «enterarnos de todo» y «recordar a la perfección cada uno de los datos». Sin embargo, una vez te apartas de todo esto, en un lugar perdido en las montañas, solo queda la naturaleza. Bueno, una naturaleza que incluye una casa que tiene incluso una televisión, pero tampoco hay ganas de verla si hace buen tiempo. Desde un paseo por el campo hasta unas horas recogiendo fruta o ayudando con los animales (o con los bichos) pueden hacerse divertidísimos por mucho que haya gente que aborrezca estas cosas y le parezcan indecentes para su ficticia posición social.

Esto es lo que haré este fin de semana. Sumado a alguna visita al Mosteiro de Cárquere, que por cierto recomiendo a todos los que algún día recorran esta zona del norte portugués, en la vigilia pascual. Espero que no tenga que pasar mucho frío y que no ocurra nada relevante y por lo que luego me arrepienta de no haber estado para presenciarlo (aunque todo el mundo sabe que no hay noticias en vacaciones).

Nos vemos a la vuelta.