Archivo | noviembre, 2009

Losing control

27 Nov

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Es muy sencillo perder el control. Hoy en día existen miles de formas de conseguirlo. La manera más sencilla es a base de cantidades ingentes e incontables de alcohol. ¿Quién no lo ha hecho alguna vez, al fin y al cabo? Poco a poco te vas dando cuenta de que «se te sube» a la cabeza el efecto (o efectos) producidos por esta sustancia y cuando te quieres dar cuenta terminas haciendo algo de lo que te arrepientes: Destrozar algo, pegar a alguien (o que te den a ti), acabar con quien decías que no acabarías ni borracho o, quizá, no recordar nada.

La sensación de no recordar lo que hiciste la noche anterior, o al menos parte, es algo angustioso. Sientes como si te hubieran arrebatado una pequeña parte de tu vida. Seguramente no sea una parte importante, o incluso preferirías después no haber sabido que hiciste, pero es tuyo. Y a nadie le gusta que le quiten lo que es suyo. Además, no recordar lo que hiciste el día anterior, o más comúnmente la noche anterior, puede llevar a que quienes estuvieran contigo no estén dispuestos a decirte todo lo que pasó; que se reserven algo para ellos. El problema de esto no es ya solo la mentira, claro. Es que están cambiando una parte de tu vida por otra inventada. Te hacen vivir un sueño.

Lo peor de cuando ocurren estas cosas es que al decirte, generalmente tus amigos ya que seguramente en otras personas no confiarías, lo que «supuestamente» hiciste la noche anterior tú te creas una idea en tu cabeza. Esta idea ya creada genera una gran cantidad de «sub-ideas» que generan raíces en nuestro cerebro y a las que nos acostumbramos rápidamente. En alguna ocasión, nos enteramos de que lo que nos habían contado no era del todo cierto (o simplemente no ocurrió) y se nos empiezan a derrumbar esas sub-ideas prefabricadas y por las que puede que nos hubiéramos «comido la cabeza» durante largas horas volviendo al vacío inicial, pero con una diferencia notable en cuanto a la confianza de la persona que nos había mentido.

La próxima vez te lo pensarás dos veces antes de creer lo que te digan cuando no recuerdes qué hiciste.

Muchas gracias Salamanca, por ser tan preciosa.

«Yes I’m stuck in the middle with you,
And I’m wondering what it is I should do,
It’s so hard to keep this smile from my face,
Losing control, yeah, I’m all over the place,
Clowns to the left of me, Jokers to the right,
Here I am, stuck in the middle with you.»

Stuck in the middle with you – Stealers Wheel (fragmento)

El fantasma

26 Nov

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Otra vez me siento aquí a escribiros alguna cosilla. Esta vez, me temo, con mucho menos tiempo de lo normal ya que me espera un viaje. Un viaje de vuelta a casa. Volver a casa es una experiencia que, al menos a mi, me suele gustar. Cuando era más pequeño, apenas tenía que volver a casa. Más que nada, porque no salía a ningún sitio, con la excepción de los viajes familiares veraniegos. Sin embargo, el tener que cambiar de ciudad mientras el resto de tu familia y amigos se quedan atrás implica el hecho de una vuelta tras otra necesariamente.

Hoy vuelvo pero sin volver, como un fantasma que, tras ser enterrado, vuelve a su casa para observar desde la ventana los progresos de su familia, su evolución y, generalmente, se ve obligado a olvidarse de ellos y a vagar por el mundo condenado por la felicidad de su familia. Esa felicidad que tanto había querido lograr en vida, pero que implica ahora una profunda tristeza en su ser. Ese fantasma vagante puede cruzarse con nosotros en algún momento. Tal vez nos embriague de tristeza o de compasión, pero no debemos hacerle caso. Disfrutemos del momento, y ya llegará el nuestro. Nuestro momento de convertirnos en fantasmas y vagar por el mundo. Lo extraño es que, sin ser aún un fantasma, me apetezca lanzarme a la calle y vagar, sin rumbo y sin fin, con la única intención de conocer y dar la vuelta al mundo.

Un sueño o no, parece que he dado el primer paso, ahora toca continuar.

Hablando de nada

25 Nov

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Hoy he hecho mi primera entrevista. Puede parecer una auténtica gilipollez, pero podría decirse que con ello ya soy un periodista. Al menos así lo siento. Sin embargo, lo que más me extrañó es que no estaba nervioso. Era como si llevara tanto tiempo esperando e imaginándome ese momento que cuando llegó ya sabía qué iba a pasar. Sobre los detalles de la entrevista tampoco hay mucho que destacar, a parte de los problemas internos del PCE y los rencores que un existen. Pero de eso ya hablaremos en nuestro trabajo.

Hoy la verdad es que no se de que hablaros, o más bien, de que escribiros. Ayer, a un compañero de la residencia se le planteó un problema parecido (con la diferencia de que a él le evaluaban claro). Tenía que exponer durante 5 minutos un tema. Os preguntaréis, ¿cuál? Pues esto es lo mejor. El que él quisiera. Y lo más complicado es precisamente eso, elegir el tema, porque una vez eliges el tema el resto viene seguido, solo hay que tener un poco de inspiración que la encuentras en cualquier lado.

Yo, por ejemplo, podría empezar a hablaros de mi habitación. Es una habitación doble claro, así que os hablaría de mi parte, ya que no me parece correcto invadir la privacidad de David, mi compañero. Invadir la privacidad de alguien es una cosa que me pone negro. Siempre he odiado a los malditos periodistas del corazón. Bueno, en realidad debo retractarme, por dos motivos: El primero es que no se trata de odio exactamente, solo adversión. El segundo es que la mayoría ni siquiera son periodistas. ¡Encima!

Enfin, que me parece que me salgo del tema. Como os iba diciendo, estaba describiendo mi habitación. En toda habitación existen ciertas cosas realmente necesarias como pueden ser una cama, esta la tengo, deshecha pero la tengo; también está la mesa, las baldas (llenas de tonterías y otras cosas no tan tontas como libros o una plancha), el baño, etcétera. Sin embargo, la parte esencial de la habitación es la silla. Sobretodo debido a su colocación perfecta, es decir, enfrente del portátil.

El portátil es el centro del universo del universitario. Es más, mi portátil es mi centro del universo. Todo ocurre en torno a él. Gracias a él me conecto a Internet, lo que implica que puedo contaros todas estas cosas. A parte de eso me comunico con todos mis amigos y conocidos, entre ellos muchos de los que me leéis, gracias a redes sociales o programas como messenger. Escucho música, veo videos, modifico y observo fotografías, leo mi correo electrónico, realizo trabajos para clase, incluso puedo comprar cosas. Es más, un chico de la residencia es tan adicto a ello que: ¡Ya he visto dos veces llegar un jodido camión de El Corte Inglés solamente con comida para él!

Pues nada chicos y chicas, mayores y pequeños, me despido por hoy. Y, por si no os habíais dado cuenta, no os he hablado de nada en particular. Esta ha sido mi pequeña exposición de cinco minutos. Ahora os toca poner la nota.

Muchas gracias.

El principio

24 Nov

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No se por qué, pero esta mañana se me ocurrió una historia. Tal vez no sea una historia, sea solo una especie de premonición pero, por si acaso, os dejo aquí el principio y ya os comentaré si logro continuarla. Siento decepcionar a los que acudieran aquí en busca de más reflexiones filosóficas, de vez en cuando hay que variar los temas.

>>Daniel escuchó el sonido de la puerta cerrarse a su espalda mientras depositaba el gran manojo de llaves en la bandeja plateada. Se quitó el abrigo y lo colgó cuidadosamente en la solitaria percha que dejaban libre multitud de chaquetas y sombreros, como el que también dejó reposar en el mismo lugar que su abrigo. Cruzó el pequeño pasillo de entrada observado por las miradas perdidas de distintos personajes históricos que en algún momento le habían sido lo suficiente importantes e influyentes como para haber comprado unos retratos suyos y se detuvo frente a uno en particular.

>>Se trataba de un lienzo de muy pequeño tamaño, cubierto con un marco muy austero y con gran cantidad de polvo encima. Acercó la mano al cristal que lo recubría y la pasó por encima para retirar la suciedad. El paso de sus dedos permitió ver el rostro de una mujer. A simple vista, parecía una especie de copia de la Mona Lisa de Da Vinci pero no era así. Se trataba de una mujer desconocida. Anónima. Aunque no para él. Tal vez debiera compartir esos recuerdos con alguien, pero el simple hecho de pensarlo le provocaba dolor. Se conformaba con observar aquel lienzo una o dos veces al día para no olvidar el pasado.

>>Daniel alcanzó el pequeño salón y echó un vistazo a todo. Nada había cambiado desde la última vez. Las ventanas, con sus cortinas blancas de flores, la mesa de comedor, llena hasta arriba de papeles, cuadernos, libros y otras herramientas de trabajo, o los sillones y el pequeño sofá, donde tantas y aburridas tardes habían pasado con una lentitud pasmosa. A un lado, un viejo tocadiscos presentaba un aspecto deplorable y se asemejaba al cuerpo sin vida de un pequeño animal que, tras ser desperdiciado incluso por las aves carroñeras, había expuesto alguien como trofeo.

>>Dirigió su vista hacia ambas mesas, la de café y la de comedor, pero no encontró lo que buscaba. Giró la cabeza y descubrió la estantería. Pilas de libros desordenados llenaban los tristes estantes de una estantería que había pasado por épocas mejores. Una balda había caído sobre otra y los libros, como marineros de un titanic repleto de hojas y letras, habían ido cayendo, unos encima de otros, a un lado de la vieja estantería. En la balda superior, en cambio, no había libros. Una serie de figuritas se encontraban aleatoriamente distribuidas en una especie de caos ordenado. «Parece una representación del mundo» – pensó – «Todos diferentes, colocados de cualquier manera y luchando porque no nos ocurra lo mismo que a la balda de debajo.»

>>Finalmente, se decidió por uno. Dostoievski. Crimen y castigo. Ya lo había leído, pero le parecía el momento oportuno para volver a hacerlo. Escogió su sillón preferido, se sentó y se dispuso a leer. «Una tarde extremadamente calurosa de principios de julio, un joven salió de la reducida habitación que tenía alquilada en la callejuela de S… y, con paso lento e indeciso, se dirigió al puente K…» Recordaba el principio. ¿Por qué no escribir los nombres? ¿Acaso nadie se daba cuenta de eso? Daniel quería conocer el lugar en el que transcurrían los hechos, pero no había nadie allí para responderle, así que continuó leyendo.