Brasil es un país enorme. Como tal, hay muchas ciudades dignas de conocer, existiendo grandes diferencias entre las ciudades del norte y las del sur, con miles de kilómetros entre medias. Brasilia es la capital administrativa y São Paulo la capital financiera; sin embargo, parece seguir siendo Río de Janeiro la ciudad que más representa el aspecto y estereotipo brasileño.
Dentro de este estereotipo nos encontramos con una lacra: la violencia. Esa violencia que, en los últimos años, tanto la población como los políticos –y demos gracias que cada vez más de estos últimos- se han esforzado tanto en hacer desaparecer. Grandes películas como Cidade de Deus o Tropa de Elite nos muestran terribles escenas de violencia. No por la violencia en sí, que podríamos observar en cualquier película bélica o de acción, sino por la cotidianeidad de la misma.
Y algo cotidiano en Río de Janeiro, además del trapicheo de droga que aparece en estas cintas, es el robo de coches. A pesar de todo, en este último año 2011, el robo de automóviles ha vuelto a descender y marca el nivel más bajo desde el año 1992, primer año en que comenzó a realizarse esta estadística. 19.311 casos, frente a los 20.052 de 2010 es una bajada considerable aunque, como es fácil deducir, el número de coches robados sigue manteniéndose en cuotas altísimas.
Según la delegación de robos y hurtos de automóviles de Río de Janeiro, el descenso de los casos se debe tanto a la “intensificación de las investigaciones como a la pacificación de zonas descontroladas”. El resultado, al fin y al cabo, es que, en algunas zonas, el robo de vehículos ha descendido más de un 40%. Una buena noticia tanto para la policía como para la ciudadanía en general.
A pesar de ello, leía esta mañana la tribuna de Jorge Antonio Barros de hace unos días donde contaba una experiencia propia en la que, tras presenciar un hurto en plena calle, en la zona del Leblon (barrio de clase media-alta), tres policías apenas movieron un solo brazo. Eso sí, la ciudadanía carioca ya no está dispuesta a la vagancia policial y lograron, al menos, que éstos comunicaran la incidencia a la central.
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